La venganza es un acto, que en la mayoría de los casos causa placer a quien la efectúa, debido al sentimiento de rencor que ocasiona y no me refiero a perdonar explícitamente, sino que implica sentimientos encontrados y entre ellos, el más evidente es la ausencia de perdón. Puede uno perdonar desde el fondo de su corazón sin decir una palabra. Pero créeme que la venganza, en los hechos o sólo concebida como pensamiento, es una de las heridas que más cuesta cicatrizar y sin dudas de las que más duele.
No es un capricho, es una pasión como las demás pasiones ayuda a vivir y a morir. Lo único que consigue es estimularlo, acabas yendo contra su propio objetivo. Por eso se ha ido poniendo freno a la venganza hasta ponerla finalmente en manos de Dios, que es el indicado para encontrar el punto de equilibrio entre la venganza y el odio.
Recuerda que ninguna venganza es buena, que nunca trae satisfacción permanente, nunca produce felicidad, nunca enaltece el alma y nunca purifica el espíritu. La venganza, cualquier venganza, solo produce sólo deterioro, injuria y destrucción en el alma.
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