La amistad verdadera es desinteresada, pues consiste en dar que en recibir, en no busca el provecho propio, sino el del amigo. El amigo verdadero no puede tener para su amigo dos caras, la amistad si ha de ser leal y sincera, exige renuncias, intercambio de favores y de servicios nobles. Este sentimiento tiene la virtud que también se renueva, a donde vas, cultivas nuevas amistades, iguales, mejores o peores que las que tenias, pero nuevas.
El amigo es fuerte y sincero en la medida en que de acuerdo con la prudencia, piensa generosamente en los demás, con personal sacrificio. Del amigo se espera el clima de confianza, que se establece con la verdadera amistad, se espera el reconocimiento de lo que somos y cuando sea necesaria, también la defensa clara. El buen amigo no abandona en las dificultades, no traiciona, nunca habla mal del amigo, ni permite que ausente sea criticado, porque sale en su defensa.
La amistad todo lo puede con la ayuda de la gracia, la ayuda que debemos implorar al Señor con oración y mortificación ya que el Señor desea que tengamos muchos amigos porque es infinito su amor por los hombres y nuestra amistad es un instrumento para llegar a ellos. Además a estas amistades no se les pone limite, pueden ser de cualquier parte del mundo, de cualquier religión o nivel social, pero eso sí, lo importante de las amistades es que sean de verdad, que sean Amistades con tipo A, y que cuando te hagan falta, ya sea por un poco o mucho, estén ahí contigo, a tu lado, para darte su ayuda, su consuelo, su fuerza y sobre todo que no te pidan nada a cambio.
“La Amistad es sinceridad, confianza, compartir penas y alegrías, animar, consolar, ayudar con el ejemplo. Si lo descubres consérvalo”.
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